Por: Hna. Maritza López, arcj     
27/11/2019     




La criatura más humilde preparada por el Padre celestial: María de Nazareth, en quien encontramos la nitidez y belleza de la FE!

Ella es la madre del Hijo unigénito, es madre de la Iglesia y de toda la humanidad. Su confianza en Dios viene dada desde el anonimato. En cada acontecer, sólo meditaba en su corazón puro y humilde, acompañado con el silencio interior y exterior. Así transcurrió su vida entre preguntas desconcertantes a las que respondió siempre con la fecundidad su Fiat "Hágase en mi" (Lc. 1, 38). Ella convive con Jesús treinta años en Nazareth, intercede en Caná; sufre al pie de la cruz; ora en el cenáculo, es modelo de fe sólida apoyada en las manos del Padre. San Pablo nos exhorta a caminar en la fe pues todo es don gratuito, transitar en la fe es llevar su Palabra que es vida eterna, la tenemos en los "labios y en el corazón" (Rm. 10, 8b)

En su peregrinar por este mundo, María conservó un comportamiento lleno de dignidad, humildad y paz.Proclamó con su entrega que lo más importante es el anunciar a su creador y salvador, y no su persona, en una donación eficaz en anonimato. María nos impulsa a una consagración de todo nuestro ser para servir a Dios desde lo más sencillo hasta la donación completa como discípulos y misioneros de la nueva evangelización y renovación de la Iglesia.

Ella es capaz de hacer saltar el niño Juan Bautista en el seno de Isabel, y nosotros saltamos de alegría por traernos a Jesús para que con la gracia del Espíritu Santo ÉL nazca y crezca en nuestros corazones conducido por la Madre del amor hermoso, quien "se consagró totalmente como esclava del Señor, sirviendo a la persona y a la obra de su Hijo" L. G. N° 56.

El Papa Francisco afirma que los cristianos no somos huérfanos, tenemos una mamá que desde el silencio nos educa en la fe, nos acompaña y toca nuestra conciencia para arrepentirnos, y tomados de la mano de la Madre quien nos convoca en un "Abandónate en silencio al Señor, y pon tu confianza en Él" (Sal. 36).

María cúbrenos con tu manto del silencio y fortalece nuestra fe en este tiempo de adviento que se acerca. Ayúdanos con tu esperanza para que sigamos la ruta de profundizar en el amor oblativo, que nos impulse a servir con pureza de intención y a proclamar al mundo la salvación íntegra y completa de cada persona y de todos, pues somos hermanos en Cristo Jesús.



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