Por: Hna. Vanessa Medina, arcj     
04/12/2019     




Antes de ser creados recibimos un llamado hermoso de nuestro Dios a la vida y somos moldeados por sus propias manos y amados desde antes de estar en el seno materno. Desde el mismo instante en que Dios nos pensó hemos sido muy amados por Él.

Somos llamados a la vida y con ella recibimos un regalo hermoso: ¨La Vocación¨. Vocación a la vida sacerdotal, religiosa, laical comprometida, misionera, la vocación de ser educadores, médicos, enfermeras, artistas, músicos, ingenieros, arquitectos, y entre otras tantas. Se preguntarán por qué hablo de la vocación? y por qué quiero compartir con ustedes y a su vez glorificar a Dios por el hermoso don de mi vida y de mi vocación a la vida consagrada? Porque a la par de esa elección personal para ser su esposa, ser de Él y sólo para Él, también he recibido otro llamado desde las primeras etapas en mi camino vocacional: orar por los no nacidos, por los que son abortados en el mundo entero. Qué grande y profundo el dolor y la tristeza que siente mi corazón cuando escucho sobre esta gran tragedia!

En este contexto, meditando sobre el tiempo de Adviento en el que nos preparamos para que el niño Dios nazca en nuestros corazones, pienso qué hubiera sido si nuestra Madrecita del cielo hubiera dicho que no, si hubiera preferido abortar. A pesar de tantas tribulaciones que esto le podía producir, ella dijo sí! y un Sí generoso, dando vida al salvador de todo el género humano.

Nacimos de una mujer ¿y quiénes somos nosotros para no dejar nacer a seres humanos desde el momento de su concepción, que tienen derecho a nacer? Uno de las primeros órganos que se le forma es su corazoncito. Esos niños que son abortados o están a punto de serlo también han sido llamados a la vida y a una vocación concreta. Cuántos de ellos tedrían vocación sacerdotal o religiosa? Cuántos pudieron ser grandes servidores de la sociedad?

En este tiempo de adviento tomémonos un momento para agradecer a Dios porque nos creó, agradecer porque nuestras madres nos trajeron al mundo y no nos abortaron, pero también pidamos que el Niño Jesús nazca en nuestros corazones y en el de cada una de esas madres, que en medio de la desesperación o de la indiferencia, desean abortar. Oremos por los nonatos, los que no se pueden defender, porque aún no tienen voz. Con tu oración muchos se pueden salvar. Otra buen práctica de fe, es adoptar espiritualmente a estos bebés y durante nueve meses acompañarlos con nuestra oración hasta el momento de su nacimiento, seguros de que aunque no los conozcamos, en el cielo nos encontraremos.

Nacimos! atrevámonos a ayudar a que otros nazcan.



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