Por. Hna Ana Elsa Pérez, arcj     
90/10/2019     


¿Hasta cuándo hay que esperar a alguien a quien quieres mucho y que te ha dicho que seguro vendrá por ti?

Esa pregunta me la hice luego de esperar más de media hora en el lugar acordado. Me gusta llegar antes de la hora pautada a las citas que suelo tener. De pequeña me enseñaron a ser puntual en todos mis compromisos. Y he sufrido lo indecible en esta sociedad venezolana donde la hora que indicas pareciera que detrás tiene un añadido que indica: "Media hora después"

Reflexionaba que en la vida muchas cosas tienen un añadido, como por ejemplo, las experiencias vividas. Si tomas un refresco, quizás vendrá a tu mente toda la azúcar que contiene, o recordarás que la última que vez que tomaste algo parecido estabas en tal o cual lugar y lo que viviste allí. Y de tanto pensar llegaba a la conclusión de que realmente la espera tiene que ver con nuestro Señor. Y que el añadido tenía que ver con el Espíritu Santo. Sí. Los signos de los tiempos nos indican que nuestro Señor está cerca.

La espera se agudiza en cuanto deseamos que venga pronto Aquel de quien viene nuestra salvación. Pero es el Santo Espíritu quien nos guía en la espera. Quien nos dirige. El añadido perfecto que da sabor a lo que vivimos. Y encuentras que en la Palabra, el Paráclito tiene diferentes formas de entenderse, de mostrarse. Pero también de esconderse. Cuando Elías, estando en la cueva, es invitado a esperar al Señor, descubre que no estaba ni en el huracán, ni en el terremoto ni en el rayo, sino en la suave brisa (1 Re 19, 3-15).

Muchas veces nos sucede así. Esperamos que Dios se nos muestre en diversas circunstancias en las cuales nunca lo llegaremos a encontrar, y sólo con la ayuda del Espíritu Santo podremos descubrir su verdadero lugar en nuestras vidas. Y ya la espera se nos hará paciente, y podremos andar por la vida con la serenidad de aquellos que en medio de la tormenta saben que el sol brilla con intensidad. Es que la esperanza es definitivamente un seguro de alegría permanente. No porque estemos disfrutando el presente, sino porque sabemos que si el camino es arduo y está lleno de calamidades, el futuro se nos presenta lleno de sorpresas agradables porque Dios está preparándolas.

Tanto es el amor de nuestro Dios que muy a pesar de nuestras debilidades y tropiezos, todo va dirigido hacia nuestro bien (Rm 8,28) y si este camino que realizamos lo andamos de la mano de la Virgen María, mucho más gozoso se nos hace, pues es ella la Madre del Amor Hermoso, la Madre de la Buena Esperanza, nuestra Buena Madre! En este mes del Santo Rosario, de la Biblia y de las misiones, que Dios nos ayude a entender que una buena espera no puede hacerse sin su Palabra que es luz en nuestra vida; sin armas poderosas como el Santo Rosario, y con la meta de comunicar a muchos esta buena noticia: ¡Dios nos ama y sabe lo que nos hace falta! Ya lo ha dicho el Santo Padre en su mensaje del 01 de octubre sobre el Mes Extraordinario de las misiones: "Todos somos misión"



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