"Veremos, y yo desde el cielo, florecer nuestra humilde Congregación y llenos los puestos vacíos" M.M.

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ANÉCDOTAS


Tomado del libro "Encuentro con la Madre María. Anécdotas y recuerdos"
de la Hna. Dilia Barrios Marcano,arcj

En esta sección encontrarás algunas anécdotas y recuerdos que de diversas personas se pudieron recoger a lo largo de los años. La Hermana Dilia Barrios, las presenta en su libro en orden cronológico.


En la Presentación ella escribe:




"...Animada de varias personas, renové el propósito de recopilar las anécdotas de la Madre María a como diese lugar. Para el efecto, me "armé" de un modesto e inofensivo grabador y con él llevé a cabo verdaderos "atracos", oportuna e inoportunamente, en casa y de viaje...

El "anecdotario" es una recopilación de anécdotas. Y anécdota, según se entiende hoy, es la "relación breve de un hecho particular, histórico, curioso o humorístico, acerca de un personaje, el cual revela un rasgo característico suyo o de una época". Dentro del extenso campo de las opiniones, hay quien sostiene que la anécdota puede carecer de historicidad, con tal de que, habiendo circulado en vida del autor, ilumine un rasgo suyo.

En nuestro caso, son rigurosamente históricas, y he preferido emplear la primera persona en la narración de quien la vivió y la ofrece. Respeté igualmente el orden cronológico, de forma que resultara un recorrido biográfico-anecdótico de esta humilde y gran mujer"

(Hna. Dilia Barrios. Presentación de libro "Encuentro con la Madre María. Anécdotas y recuerdos")






ANÉCDOTAS DE SU INFANCIA

Laura estaba dotada de clara inteligencia y extraordinaria memoria. Refería su madre que sólo contaba seis meses de edad cuando, llevándola en brazos, presenció una función de títeres en Choroní, y pasados los años lo comentaba como un increíble recuerdo. Más aún: recordaba que su madre le había colocado apresuradamente un vestidito y además, la piedra donde se habían subido para mejor apreciar la función. Una vez que fue de visita a su pueblo, mostró la afortunada piedra de aquel día.¡Y habían transcurridos bastantes años!

En casa de Ana Félix, el tío Ramón se encuentra enfermo. Margarita, muy sociable y servicial, decide ir por la noche a visitar a la familia Alvarado. Total, son sólo 200 metros de distancia. Duerme a los pequeños y se va.
Laura, de sólo cuatro años, al verse sola, ni corta ni perezosa se levanta, abriga a sus dos hermanitos menores proveyéndose de una vela y una caja de fósforos -no existía alumbrado eléctrico- se presenta en casa de su abuela ante la sorpresa de las dos matronas:
-Laura, por Dios! ¿cómo has hecho esto? ¿no te dio miedo?
-¡No! -responde la niña tranquilamente- yo primero me asomé a ver si estaba la Sayona (especie de fantasma nocturno), y como no la vi, salí.

Desde sus primeros años da muestra de infantil vanidad:
-Cuando me peinaban de crespos, ¡ay, ay, ay! iba tres veces al espejo, me volteaba, me veía...
En cierta oportunidad, doña Ana Félix desea tomar una fotografía a su nieta, que se siente linda con su cabeza llena de crespos. De repente a la tía Mercedes se le ocurre la feliz idea de colocarle una flor en su cabecita. Esto desagrada a Laura y se resiste. Su madre la insta a obedecer... y aquella fotografía reveló la imagen de una niña disgustada cubriéndose el rostro con ambas manos.

Don Clemente abre un modesto establecimiento comercial en Maracay. Le complace subir a Laura en el mostrador y hacerla cantar y bailar:
-Morena, morena, tus ojos me matan a mí, y yo sin tus ojos morena, no puedo vivir...
Laura intentaba repetir:
-Molona, molona, tuchojos me matan a mí, y yo sin tuschojos no pelo viví.
A veces le hacía bailar una vals ayudada de su sillita.

De profunda sensibilidad ante el dolor propio y ajeno, desde niña lo manifestaba renunciando a tomar alimento alguno. Al ver a Panchita, su hermana menor, muerta en los brazos de su acongojada madre, Laura le dice muy triste:
-Ya sabes, mamá... no comeré nada, ni hoy, ni mañana.
¡Y lo cumplía!

Margarita, pese a su carácter enérgico, en ocasiones impulsivo, es una mujer que se desvive sirviendo, ayudando, hasta se dedica a cuidar enfermos. Laura ha ido aprendiendo a su lado, de tal manera que a los nueve años ya solicitan a la "Niña Laurita" porque tiene especial don de unción y convicción.
En una oportunidad la llaman para auxiliar un enfermo que se resiste a recibir los sacramentos. Presente la niña, el hombre sin saber qué decir, alega que su barba está sin rasurar, no está decente.
-¿No es más que esto?, argumenta Laura
Diligente busca los instrumentos necesarios, rasura aquella barba, y... he aquí al hombre dispuesto a confesarse.

En casa de una vecina preparaban las arepas (pan de maíz) para la familia, Laura era la encargada de ir a buscarlas. Pero resulta que el niño de la casa se estaba entusiasmando con Laurita y le dio por llamarla "mi novia", motivo por el cual Laura renunció a su oficio de buscar cada día las arepas:
-¡Ay, Dios mío! ¡cuánto me chocaba esto!



ANÉCDOTAS DE SU ADOLESCENCIA

Próxima la fecha de su primera comunión, al pasar frente a una casa en ruinas, oyó claramente una voz que le dijo:
-Donde está tu tesoro, allí está tu corazón.
Ella sin pensarlo dos veces, vivazmente respondió:
-En la Eucaristía está mi tesoro y allí está mi corazón.

El 16 de Julio de 1888, festividad de la Virgen del Carmen. A sus 13 años Laura vivió una mística experiencia que la marcará para toda su vida. Se encontraba en el templo de Maracay, ante el altar del santísimo y del Crucificado sumida en oración. "Día de grandes recuerdos -escribe- porque en ese día me inspiró el dulce Jesús del tabernáculo preguntarle: -¿Y no puedo yo unirme a ti como las demás mujeres a los hombres? Y aquel SI que sentí en el fondo de mi alma, no me dio -entonces- pleno conocimiento de lo que hice este gran día".

A los 5 meses , el 8 de diciembre del mismo año, hace su primera comunión en aquella iglesia, y ya bien instruida por el párroco, pronuncia en privado un voto de consagración a Dios 2que llenó mi alma de alegría indecible". "Desde entonces, me quité unos zarcillos que tenía desde que nací, regalo de mi abuela paterna, bonitos, con tres esmeraldas; grandes y así me los colocaron desde chiquita y los usé hasta esa edad" El guardapelo, sus pulseritas, sus amados crespos, su sortijita de siete diamantes, todo "lo ofrecí al pie de la Eucaristía, ante su altar". Me gustaban mucho las pulseras... "Desde entonces comenzó a observar los tres votos de pobreza, castidad y obediencia y bajó la mirada en actitud de modestia. Esta fecha significó su matrimonio con Jesús.

En medio de una familia común y corriente, ¿cómo guarda Laura la pobreza y la obediencia prometida? -Usaba lo que mi mamá me indicaba y comía lo que me servían. No hice nunca mi voluntad, sino lo que me mandaban. -Mientras Dios no pidiera algo distinto, por supuesto.

Es gusto de Don Clemente escuchar por las noches la lectura de la prensa de labios de su hija, quien para ello lo espera a veces rendida por el sueño. En una de esas ocasiones aprovecha para invitarla a una corrida de toros. Laura obedece, pero será la primera y última vez, porque para ella representó tal suplicio, que durante toda la faena no hizo sino cubrirse el rostro con el abanico. Su fina sensibilidad, rechazó este espectáculo.

A los trece años cuando aún no ha concluido sus estudios, funda en su casa una escuelita para niños pobres, a los que también enseña el catecismo.
Sus maestras, las Blanco, y Belén Pelgrón, a quien ella nombra como su "madre espiritual", la van ayudando a crecer en la vida de fe. Los primeros viernes de mes, Laura los dedicaba al retiro, a la oración. Pese a sus advertencia, su hermana Clemencia en tono de broma y por molestarla, cuando acudían niños ese día, decía en alta voz para que Laura oyera desde su retiro:
-Laura no los va a atender hoy porque está brava (enfadada)
Sin embargo, nada la hará desistir de su recogimiento; aunque le preocupaba la actuación de Clemencia , proseguía en su retiro, para ella tan apreciado.



ANÉCDOTAS DE SU JUVENTUD

Estudió "desde los 5 hasta los 17 años que fue mi último examen" . Era el año 1892. a Laura, excelente ayuda, le fue encomendado el discurso de clausura en la plaza de Maracay. Para esa oportunidad "me hicieron un vestido azul, ¡bello,! ¡bello era!, de lana bordado en seda blanca; pero con las mangas cortas y anchas. Era como un chupín, se llamaba así. Al regresar del colegio pedí permiso a mamá para regalarlo a Rosarito, una amiga. ¡Laura! Ese traje es costoso... -No lo volveré a usar mamá. -Entonces aceptó"

"Mi papá no estaba de acuerdo en que yo asistiera a misa sino los domingos y días de fiesta. Sin embargo, yo me levantaba todos los días a las 5:00a.m. para ir a misa. A veces mi papá aún en cama me preguntaba:
-Hija va a dar un paseíto?
-Sí papá
Y para no mentir, recorría a título de paseo, una calle completica"

A la edad de 17 años, Laura colabora en la parroquia regida por el Padre López y luego en las tareas del hospital San José, fundado por el mismo párroco.
La ecónoma, doña Antonia, la hacía sufrir mucho, hasta el punto de ocasio9narle fuertes asfixias, que casi la llevaron a la muerte. Laura soportaba todo en silencio, hasta un día que doña Antonia, a título de pesada broma, le dice:
-¡Ajá!, Laurita He sabido que usted tiene "alguito" por ahí...
Fue tal el disgusto, que ocasionó fuerte asfixia a Laura quien lo reveló a su madre. ¡Más vale que no! Al siguiente día, al amanecer, doña Antonia experimentó lo que significa el fuerte carácter de doña Margarita, quien se presentó a arreglar las cosas, con una vara en la mano, por si hiciera falta:
- ¡Ay, que brava es su mamá, Laurita! -Se quejó la señora- ¿para qué le refirió lo que le dije?

Después de amortajar a los difuntos, doña Antonia instaba a los jóvenes a comer sin lavarse las manos, tal vez para acostumbrarlas al oficio (ella había servido en el Hospital Vargas de Caracas). Las compañeras de Laura se lavaban a escondidas y la animaban a hacerlo. Sin embargo, ella se las arreglaba para no desobedecer: tomaba el pan por un extremo y éste lo dejaba en el plato.

Era un primer viernes de mes (devoción consagrada al corazón de Jesús). Laura envió a la fiel Ulpiana, compañera de labores, a recibir la comunión en la Iglesia; ella iría más tarde. Al revisar los salones observa que una de las enfermas está en agonía. Se acerca a ella y le ora hasta que fallece. Dado que Jesusita -así se llamaba- era paralítica y Laura de pequeña estatura, no encontraba manera de amortajarla; entonces en uno de esos arranques suyos, tomando a la muerta por ambas manos, le habló enérgicamente:
-¡Ah no, Jesusita! Yo así no puedo, ¡siéntese!
Y la muerta permaneció sentada hasta que Laura culminó su tarea.

Durante las guerrillas que se suceden en el país, la Madre María y sus religiosas al amanecer, salen al campamento a asistir heridos. Encuentran a los soldados preparando armas, limpiando fusiles, pero "a mí no me daba miedo" comentará más tarde la Madre.
-¡Figúrese! Un día que no había sitio para nosotros en el tren, con gusto nos acomodamos en el trólley. ¡Lo importante era ir!

Acostumbraba a dejar notas escritas con alguna observación. Después de una fuerte reacción de carácter de una Hermana, le dejó escrito:
-En esa actitud suya, hoy la vi retratada de cuerpo entero. Sin humildad no hay cielo.



ANÉCDOTAS DE SU MADUREZ

Se sabe que gozaba de algunos dones extraordinarios. Refería L Hermana Inés, de las más antiguas, que un día salió un grupo de Hermanas de paseo con nuestro fundador, y junto a una corriente de agua, le formularon ciertos planteamientos de nuestra Madre María. Una de las Hermanas que no quiso intervenir en la conversación, prefirió entretenerse dejando deslizar una pajita en el agua. Al regresar de la excursión, nuestra Madre la llamó y confidencialmente le contó que había presenciado y escuchado todo desde su oficina del asilo en Maracay. Y ¿qué hacía usted?, le preguntó, ¿jugaba con el agua? La Hermana no salía de su perplejidad.

El 13 de noviembre de 1915 escribe a una autoridad eclesiástica (Delegado de Roma)
"yo no me explico por qué un sacerdote dice que no tenemos ningún mérito aunque hagamos muchos sacrificios porque no está aprobada nuestra Congregación. Dios nuestro Señor ha prometido no dejar sin recompensa ni un vaso de agua dado en su nombre, ¿cómo va a ver con indiferencia nuestros servicios? En fin, no servimos a Dios por temor al infierno, ni por la esperanza del cielo, sólo porque queremos consagrarnos a su servicio. Él hará lo demás... Y en fin, Excelentísimo Señor Delegado, si nuestra pobre Congregación no puede ser aprobada ni aún diocesana, seguiremos trabajando en el servicio de Dios toda nuestra vida".

Escribí a la Madre María, manifestándole mi deseo de ingresar, con el inconveniente de mi color muy trigueño. Ella pronto me respondió:
A Dios nada le importa el color. Lo necesario es el verdadero deseo de servirle.

En Coro, Estado falcón, funcionaron cinco instituciones benéficas de las agustinas recoletas. De allí ingresó un grupo de notables vocaciones para la Congregación, entre ellas la Hermana María Luisa (Rita Smith), quien durante largos años ejerció funciones de Delegada de nuestra fundadora, con la consiguiente autoridad sobre aquellas casas.
En 1916 una jovencita de nombre Eleiza Hidalgo, está decidida a entrar como religiosa en la Congregación. La superiora de la casa respectiva, antes de llevarla a Maracay, le imparte todas las recomendaciones, cómo debe comportarse, el trato a la madre fundadora, modales. Salen de viaje hacia Maracay, superiora y aspirante. Al pasar por la Vela de Coro, Eleiza siente la tentación de regresarse; pero reacciona con un refrán de su gente."chivo que se devuelve, se desnuca" Y continuaron. Al llegar a la meta y ante la presencia de la Madre, olvidando todas las recomendaciones, lo primero que se le ocurre a Eleiza es sentarse sobre las piernas de la Madre María.
Ya anciana, Eleiza que en religión llevó el nombre de Casta María, al recordar este episodio de su ingreso, complacida repetía:
-Y nuestra Madre, "risa, que se moría..."
Fue la Hermana casta, quien desde esa fecha se ofreció para atender personalmente a nuestra Madre, particularmente en la alimentación, servicio que realizó a cabalidad hasta el fallecimiento de nuestra fundadora en 1967.

La Hermana María de Lourdes De Lima, cuyo ingreso se registra en 1916, contaba a las niñas del asilo en Maracay que en una oportunidad fue a llevarle café a nuestra Madre; ella tomó la taza y al llevársela a los labios, quedó como estática. La Hermana asustada, la llamaba. Al volver en sí, le dijo:
-Vi un convento con muchas religiosas que paseaban por el claustro. Años después la Madre comentaba este hecho con extrañeza, pues no comprendía lo sucedido. En otras oportunidades preguntaba: -¿No sienten un fuerte olor a rosas? ¡Qué fragancia!

Llegué al asilo en 1926. Mi madre se hallaba gravemente enferma de tuberculosis en Los Teques y mi padre era funcionario militar. Al cabo de dos años murió mi madre; contaba yo 8 años.
"Mamaíta", me levantó, me sentó sobre sus piernas, y abrazándome, lloraba. Al ver sus lágrimas le pregunté inocente:
-Mamaíta, ¿por qué lloras? -Porque tengo una noticia muy triste que darte: tu mamá acaba de morir; pero de hoy en adelante, yo seré tu madre durante toda la vida...
No sucedió como ella esperaba. El sábado 5 de agosto de 1933, cuando la niña cumplía 15 años, la Madre María escribe:
"Hoy vi partir a María Enriqueta después de algunos años en este Asilo. Fue llevada a la casa de su papá. ¡Cuánto sufro al verlas salir de aquí! ¿qué porvenir les espera? ¡Ay, Jesús de mi alma! Esto me atormenta sobremanera.

Un día estaba yo-refiere Ignacia Herrera- en la huerta del asilo sacudiendo un limoncillo que "Mamaíta" había sembrado. De repente se presentó ella y yo salí corriendo por temor a su reprensión. Era aún una niña. Momentos después recibí los limoncillos que ella, cariñosamente me enviaba.

Oía decir a las Hermanas ancianas que nuestra Madre tenía el don de bilocación. Y ella misma, la Madre, un día narró el siguiente episodio: Durante sus servicios en el Hospital San José, a media noche debía administrar una pastilla a uno de los pacientes, pero se quedó dormida. Al despertar más tarde, inmediatamente fue a la cama del enfermo con la pastilla; pero para su sorpresa fue a la cama del enfermo con la pastilla; pero para su sorpresa, éste le dijo:
-Ud. Me la trajo en la madrugada.

Antiguamente, en las comunidades religiosas se practicaba como ejercicio de humildad, el besar los pies a otra Hermana. Encontrándose nuestra Madre en Ejercicios Espirituales en casa de otras religiosas en Caracas, la Superiora general de aquella comunidad, se levanta de la mesa presta a besar los pies a la Madre fundadora. Pero ésta con la agilidad de un rayo, no halló mejor recurso que deslizarse debajo de la mesa mientras pasaba el "peligro". Este hecho ocurrido en el comedor, provocó la discreta risa de las presentes.

En otra oportunidad observaron cuando la Madre secundaba feliz el inocente juego de una de las menorcitas que con mímicas, imaginariamente "bañaba" a la Madre sentada en su silla, como si fuese su muñeca. "No te muevas - le decía- quédate así, así"

Se mostraba muy compasiva con las aspirantes. La señorita Mujica procedente del Llano, se iniciaba en la vida religiosa. En conversación con nuestra madre, le comentó la tradicional costumbre de su familia llanera de gustar un plato de bofe tostado al sol. Al siguiente día, en el comedor, la novicia pudo admirar la delicadeza y caridad de la Madre: un servicio de bofe en su plato, la esperaba.


Una señorita con vocación religiosa, cuyos padres querían comprometerla en matrimonio con un apreciable caballero, amigo de la familia, decidió fugarse en el tren que iba a Maracay y allí ingresar a la Congregación de la Madre María. El joven esperó hasta el momento de la profesión religiosa de su amada y oportunamente reiteró su proposición mediante una expresiva carta, para la cual exigía nueva respuesta. La Madre María se presentó a la habitación de la novicia carta en mano, y entregándosela se limitó a decirle:
-Ud. Decide
-Yo ya decidí, Madre.
En realidad , la Hermana perseveró en la Congregación hasta la muerte y por su parte, el caballero jamás contrajo matrimonio.

Cierto día una novicia se encuentra en los pasillos con la Madre María que traía en sus manos un ramillete de flores para el altar. La novicia bromeando le dice:
-Madre, regáleme la rosa...
-¡Qué ocurrencia! Le responde la Madre, en presencia de otras Hermanas. ¡que le regale la flor más bonita! ¿qué se habrá creído?
La novicia avergonzada, se retiró en silencio, y momentos después al entrar en su habitación, ¡qué sorpresa! Allí estaba la rosa en un florerito...

Cierto día, al entrar una de las Hermanas jóvenes a su oficina, la encontró escribiendo de rodillas. Ante la extrañeza de la juniora, la Madre parcamente le expresó:-Escribo al santo Padre (entonces el Papa Pío XII)

"No te preocupes porque me escribes con lápiz -manifiesta a una amiga.- Con carbón que escribieras, me agrada siempre recibir tus carticas". Esta "amiga" adolecía de un defecto físico.

A la misma persona le escribe en otra ocasión :"fui a Coro en avión. ¿Cómo te parece la vieja volando? Aunque ya prometí a mi viejecita que no lo haré más mientras ella viva".

Un día, al concluir los Ejercicios Espirituales en Maracay, fuimos a dialogar con nuestra Madre María. En aquel ambiente de alegría, nos pregunta: ¿quién quiere visitar la casa de La Victoria? 8muy apreciada por ella: la primera obra). Todas rodeándola dijeron :¡yo! Entonces fue extrayendo de una bolsita las monedas para el pasaje y repartiendo a cada una. Dado mi temperamento, me había quedado apartada y en silencio, lo cual observó y me preguntó: Y Ud. ¡no quiere ir? Sí, le respondí tímidamente. Entonces entregándome el dinero del pasaje, me comentó:
-Tan cerca que está allí su mamá, y ¿no se anima? Almuerce con su mamá y se regresa por la tarde. Y... no sea zoqueta -agregó- porque los zoquetes ¡ni al cielo van!

Al ser informada sobre la actuación de una de sus religiosas que había abandonado la Congregación, se limitó a comentar: -Se salen para después andar como pajarito sin cola.

En una situación de angustia a causa de los problemas de personal para las casa, expresó. -cada quien hala la brasa para su sardina y yo me quedo sólo con el agua.

Se enteró de no sé qué planes para el momento de su muerte (bastante tardía), y replicó: -Esas son tonterías de la Hermana X. ¡Quién sabe donde voy a morir! Y yo no quiero que después de muerta vayan a estarme paseando en carro o en avión. ¡Muchas gracias!

En la víspera de una Toma de Hábito -que antiguamente eran muy solemnes- la Madre María observó que el cutis de la candidata Dolores estaba lleno de salpullido. Llamándola aparte le dijo: -¡Ay, mijita! Esa cara está muy fea para recibir mañana el hábito. ¡Aplíquese un polvito!, y le obsequió una caja de talco.

Interna en el Asilo y ya adolescente, me obsequiaron un par de zarcillos. Yo no sabía si podía usarlos y fui directamente a la oficina de "Mamaíta" y le consulté. Ella se sonrió y me dijo: -¿Tú no sabes que una mujer sin zarcillos es como una casa sin ventanas?

La víspera de su primer cumpleaños después de ingresar, la Hermana X dice a nuestra Madre:
-Mañana es mi cumpleaños. ¡Ah! Responde la Madre, ¿el día de la degollación de san Juan Bautista? De casualidad no le impusieron el nombre de "Degollación". Para reír ambas!

El día que manifesté a nuestra Madre mi decisión de ser religiosa, la vi llorar. Un poco perpleja, le pregunté:
-¿Y por qué llora, "Mamaíta"?
-Esto es muy grande para mí... Durante mucho tiempo he pedido a Dios esta gracia de verte religiosa antes de mi muerte.
Se trataba de una niña que ella había recibido desde apenas días de nacida.

En otra oportunidad, en la escuela Madre María ubicada en una barriada de Barquisimeto, Estado Lara, las Hermanas vieron a nuestra Madre en la capilla orando, y según la costumbre, tocaron las campanas; pero cuando fueron a saludarla, ya no estaba. Llamaron a Maracay y allí se encontraba cumpliendo sus deberes.

De visita en esta misma comunidad, al llegar a la capilla, nuestra Madre se arrodilló ante el Sagrario. Al advertirle que allí no estaba el Santísimo Sacramento porque el padre lo había retirado, insistió que sí estaba. A los pocos momentos llamó el párroco para comunicar a las Hermanas que no había retirado el Santísimo; por lo tanto que le encendieran su lámpara.



ANÉCDOTAS DE SU ANCIANIDAD

Viajaba Con ella una Hermana a Caracas, y ésta con su voz de soprano, comenzó a cantar a la Santísima Virgen un cántico que decía: "Llévame al cielo, Madre, llévame al cielo..." Nuestra madre la interrumpió para decirle con humor: -Ahorita no, mija, ahorita no; ¡espere que lleguemos!

Durante una de sus enfermedades, vi cuando se "escapó" de su habitación contigua a la capilla y caminando despacito apoyándose en la pared, se dirigió a la capilla para orar y ver cómo estaba nuestro Señor Sacramentado.

Toda mi vida he conservado en el recuerdo un rasgo de la gran bondad y comprensión de nuestra madre María: Ingresé a los 15 años de edad, de forma que me confundieron con una de las niñas y me enviaron al internado. Al rato, nuestra Madre me manda llamar y su saludo fue: -¿Tú eres la barquisimetana? ¿estás triste? ¿cómo que quieres regresarte...? Y extendiendo sus brazos, me dijo con ternura: -Has dejado una madre, sí, pero aquí tienes otra, y me abrazó.

"Me alegro les haya gustado el jueguito -escribe a una familia de España que había hospedado a sus agustinas con gran afecto- y de que haya quedado a la medida; aunque es de muy poca monta, pero lleva todo el cariño y agradecimiento de esta VIEJA RELIGIOSA DEL SIGLO DIECINUEVE"

Para entonces El Limón era un sector sub-urbano, con grandes extensiones de gramalote. En el transcurso de la construcción nuestra Madre nos visitaba con frecuencia; le encantaba pasar allí sus ratos; y a sus 80 años de edad, cuando llegó el momento de plantar, ella misma, sentada en su sillita dirigía la siembra.

Era yo estudiante en el colegio Inmaculada de Maracay y me enviaban a colaborar con nuestra Madre en la elaboración de Hostias. Cuando estaba de pie, tenía la costumbre de colocarme las manos sobre la cintura. Un día, nuestra Madre me dijo: -¡ Ay, hija! No se pare como una jarra!

Después del Concilio vaticano II, la Iglesia exigió ciertas adaptaciones. La nueva superiora general, propuso entre otras, algunas modificaciones relativas al hábito religioso, por ejemplo el cambio del crucifijo. La primera que quiso usarlo fue la Madre fundadora, expresando con ello su aceptación, y agregó con sencillez:
-Si me ordenasen vestir el hábito azul o de otro color, gustosa obedecería.

Era detallista y le gustaba tomar nota de fechas de cumpleaños, de fallecimiento de seres queridos, etc. Me sorprendió gratamente encontrar dentro de uno de sus devocionarios un pequeño recorte de papel con la siguiente nota:
-El primer jazmín de la matica abrió el 8 de julio de 1962.
Todo escrito en letra mayúscula porque su visión estaba ya muy limitada.
Quizás se trate del jazmín que sembró en la casa noviciado de Los Teques. Sus flores predilectas: la azucena, el nardo y el jazmín.

Dos años antes de su muerte, la Madre Maria viaja a Los Teques a conocer la nueva fábrica para el noviciado en el barrio Quebrada de la Virgen. Al notificarle que nos aprestábamos a celebrar el cumpleaños de una Hermana con una pequeña velada, exclamó:
-Si es así, me quedo...
-Madre, pero va a ser en el segundo piso...
-No importa; hasta la azotea puedo subir.
Y así lo hizo. Había cumplido 90 años. Ya en la azotea divisa el tren de "El Encanto" a corta distancia, y ¡qué alegría manifestó!
-¡Qué lindo! Exclamaba emocionada recordando sus viejos tiempos de Maracay. Desde entonces, cada vez que iba a Los Teques, se apresuraba a pedir que la acompañaran a la azotea a las 8 a.m. para ver el tren.

Seis meses antes de su deceso, se fundó anexa al asilo Inmaculada Concepción de Maracay, la escuela, cuyo actual nombre se debe al supervisor, quien de visita en la misma, tuvo ocasión de conversar largo rato con nuestra Madre cerca del jardín. Al entrevistarse con la Hermana directora, le expresó: -¿qué necesidad tenemos de buscar nombres de santos de otros sitios para la escuela, si aquí mismo está una? Y le dio el nombre de "Madre María"

El 2 de junio de 1966, presenta fiebre alta. El médico diagnostica bronconeumonía y ordena reposo absoluto. Enseguida, recibimos la grata visita del Dr. Oscar Beaujón, insigne médico de Coro, Estado Falcón, administrador de su obra en aquella ciudad, quien solicita por favor tomar a la Madre una fotografía. Le advertimos su estado, pero él insiste. Ya en su lecho, pensamos que ella no aceptaría; sin embargo, al notificarle, dice:
-Sí, que pase, y agrega con naturalidad al saber que se trata de una fotografía:
-Arrégleme la esclavina.
Días después, en un momento que quedó a solas con la Hermana enfermera, preguntó a esta.
-¿Sabe Ud. dónde guardaron las fotografías?
-Sí, le respondió.
-Entonces, búsquelas y me las muestra, concluyó nuestra Madre.


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